El 17 de febrero de 2014 el diario El País publicó en portada una noticia impactante con el título “30.000 subsaharianos preparan el salto a Europa por Ceuta y Melilla” y su correspondiente reflejo en la versión digital (con algunas modificaciones). La aparición de este bombazo informativo se enmarcaba en un contexto de máxima tensión en las fronteras de las ciudades autónomas. La escalofriante noticia de la muerte de quince jóvenes subsaharianos en Ceuta, el 6 de febrero, cuando intentaban entrar en España y la controvertida actuación de la Guardia Civil para evitarlo han centrado durante días la atención. El mismo 17 de febrero un numeroso grupo de extranjeros cruzaba la frontera de Melilla, evidentemente no entraba en la edición impresa en la que se publicaba esta noticia, pero sí que la acompañaba en la edición digital.
La cifra
El punto más fuerte del artículo es, sin duda, la cifra, suficientemente alta para dejar boquiabierto al lector. Pero hay un elemento sorprendente, ese escandaloso 30.000 aparece en la portada del diario, como información principal y en el titular de la información en la versión digital. Sin embargo, dentro de la pieza, se repite en la primera frase, pero a partir de ahí no vuelve a mencionarse en todo el texto. ¿Quizá el argumento no sea lo suficientemente sólido?
Por otro lado, en ningún caso, se dan pistas sobre la procedencia de este dato (que es el pilar de la información), más allá del vago “informe de la inteligencia española” que como ya se verá más adelante salpica todo el artículo.
Una hipótesis: que este dato tenga relación con la facilitada por el ministro de Interior marroquí el 11 de noviembre de 2013 durante el anuncio de una campaña de regularización de extranjeros en el país del norte de África. En esa ocasión, Mohamed Hassad señaló que el cálculo del gobierno situaba entre 25.000 y 40.000 los extranjeros en situación irregular en Marruecos. Esta cifra incluye a TODOS los extranjeros en situación irregular, de cualquier procedencia. Presuponer que todos ellos son subsaharianos y están al acecho tras las vallas de Ceuta y Melilla es, cuando menos, atrevido. Y más cuando las propias autoridades marroquíes reconocen que su país es eminentemente una etapa más en el proyecto migratorio de muchos subsaharianos, pero que cada vez más es también el destino final.
Las fuentes
En la edición impresa, la información viene coronada por el cintillo “Informe de inteligencia sobre la presión migratoria. Estos materiales, más o menos, secretos de fuentes del entorno policial son un caramelo para el periodismo de investigación. Un caramelo con un potencial de manzana envenenada.
En este caso, las fuentes que se citan a lo largo de todo el artículo son: “informes policiales”, “fuentes policiales españolas”, “todos los informes”, “fuentes de la Seguridad del Estado”, “fuentes informantes”, “servicios de información españoles”, “la policía”, “fuentes policiales”, “analistas policiales”, “informaciones policiales”, “autoridades españolas”. Todas estas expresiones hacen pensar en las filtraciones de UN policía o de UN documento de los servicios de inteligencia. Además, una buena parte del debate se centra en torno a la pertinencia de la actuación de la Guardia Civil y tanto el instituto armado como el Cuerpo Nacional de Policía han sido muy criticados, desde hace años, por sus acciones en torno a las vallas de Ceuta y Melilla. No es descabellado juzgar que la filtración puede ser interesada y puede tener como objetivo generar un estado de opinión que no censure la forma de conducirse de las fuerzas de seguridad ante “una amenaza tan grave” como la de los extranjeros que intentan “colarse” en el territorio español. Como de costumbre, las autoridades tratan de colocar el discurso de la seguridad por encima del de los derechos.
El lenguaje
Dentro de la construcción de este estado de opinión, los hechos que se relatan son importantes, evidentemente, pero no es secundario el lenguaje que se utiliza. En el caso del artículo del que se habla, el discurso se construye en torno a unos hechos que suponen “saltos masivos”, “avalanchas”, “salto tumultuario”, “avalancha humana”, “transportes ilegales”, “pegar el salto” o, en resumen, la voluntad de “entrar clandestinamente”. Los protagonistas son, por un lado, “inmigrantes irregulares”, “inmigrantes apostados en los campamentos cercanos”, “cientos de inmigrantes”, que se relacionan con “bien estructuradas organizaciones criminales”, “redes mafiosas”, “tramas de inmigración irregular”, “grupos criminales”, “redes criminales”, “bandas nigerianas”, “tramas (que) han alcanzado un alto grado de especialización y ahora monopolizan gran parte del negocio”, o incluso, “policías corruptos”, que los convierten en “cargamentos humanos” o, en el mejor de los casos, en “clientes”, ya que el negocio no es otro que el “tráfico de seres humanos”. Y frente a estos elementos se sitúan unas indefensas fuerzas de seguridad. El resultado de esta ecuación es “una enorme presión migratoria”.
Quizá el párrafo más representativo de este tipo de lenguaje sea el siguiente: “los saltos masivos por Ceuta y Melilla son ‘el método de entrada más preocupante por su potencial desestabilizador, por la capacidad para crear alarma social y el riesgo que entraña el empleo de la violencia por parte de los subsaharianos y de las fuerzas de seguridad marroquíes, lo que ya ha provocado varias víctimas mortales’”.
No quiere decir que lo que se escribe sea estrictamente falso, pero sí que tiene una considerable carga de connotación que acompaña a los hechos para definir claramente los roles de cada uno de los actores en términos tan infantiles y maniqueos como bueno-malo.
Las consecuencias
Sin olvidar que detrás de ellos hay “mafias” y “grupos criminales”, los extranjeros protagonizan “avalanchas” y “saltos masivos”, ante las que tienen que actuar las fuerzas de seguridad. Estos episodios son “preocupantes” porque “desestabilizan”, provocan “alarma social” y “emplean la violencia”. La consecuencia fundamental de este dibujo realizado con trazos tan gruesos es un análisis simplista de la situación que marca el papel de cada uno de los protagonistas en un tablero claramente desequilibrado. La consecuencia más dramática es que se pierde de vista que el 6 de febrero, ante la mirada (y a pocos metros) de unas autoridades españolas con el mandato de blindar y proteger una frontera murieron ahogados quince jóvenes. La pregunta es: De todo este relato, ¿qué es lo que genera alarma social?